Querida Edith:

                          

                No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre.
Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, de que no le divierta la posibilidad de verme.
Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos.
Sería mucho peor disimular un aburrimiento.
Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver.


Julio.

Enero tres.

El primer tres del año, me gustó para jurar siempres.
Para olvidar el frío y armar sorpresas
sorpresas como recuerdos
recuerdos como días vividos.
Ya van dos seguidos que al primer tres del año
le pongo rostro conocido
le auguro vida eterna
le deseo sueños cumplidos
le envuelvo brazos para regalo y
sean abrazos siempre sentidos.
Son veintinueve eneros
del milagro del primer latido
inviernos que dejaron de ser fríos
magia de dos seres que pusieron en sus
ojos el cielo mismo.
Al corazón más rojo que conocí
le doy las gracias por compartir latidos conmigo.
Que no hay día que no agradezca la alegría de ponernos
en algún punto en el mismo camino y
la fortuna de contar con su cálido aliento que
fue viento que levantó mis alas.
Que no es obsequio que expira en un día
ni exclusivo de una fecha
Todavía le ofrezco aguantar diluvios
matar los monstruos que hasta yo misma desencadeno
Y la estancia permantente en el ventrículo izquierdo de mi corazón.
Este primer tres del año,
le sonrío al aire y le pido que nada apague
la lucecita de tus ojos contentos
que nada se atreva a acortar una prolongada
distancia entre las comisuras de tus labios
Y que esa sonrisa provocada sea la que encienda
todos los días que te despiertas a existir.
Que todo el que te abrace lo haga hasta el alma
sintiéndolo con puro querer del bueno.
De este lado de las letras rezo
que todas tus ilusiones se mantengan en vuelo fijo
y tus deseos se vuelvan a la vida.
Encantada de haber sido bendecida con poquito de ese enero: tu enero.
Sopla fuerte a esas velitas,
feliz cumpleaños.