A quien corresponda, correspóndeme.

He decidido ponerme un alto. Stop. Hasta aquí, ya no más.

He acordado callarme cartas futuras, ahorrarme la tinta. La verdad que todo es por dudas, se me juntaron los no sé si me lee / no sé si me piensa / no sé si me quiere. A lo último le pongo un no rotundo y a los demás todavía me concedo el beneficio de ponerlos en tela de juicio. Me engaño y me lo creo, me lo digo de tal manera que suena de forma genial y es ideal.

El egoísmo a tomado la tiza, empezó a dibujar círculos y me he quedado atrapada en medio; no logro salir. Sucede que no puedo seguir escribiéndole si no me escribe. No quiero. Ya sé que dije que sería como escribirle al espejo, ya sé que comencé estando segura que no habría respuesta alguna para mí, pero sucede que no puedo con tanto. No puedo animarme si no se anima, si no me anima.

De repente se me olvida que me lee y pienso que así es mejor. De la nada se me ocurre usted leyendo, viendo más de lo que mira, sujetándose la barba, solo, con mis letras de frente y me abruma, me da pánico que como me lee, me olvida. Me confunde y eso me hace arder.

No lo tengo, usted no es mío; la única manera de tenerlo es en recuerdo, encerrando lo vivido en pequeñas cápsulas de tiempo; lo fugaz e inolvidable. Permítame guardarlo también por escrito; por lo menos en letras describiendo sus horas muertas o, hágame saber si mis palabras lo incomodan. Dígame qué siente al leerme, al saber que le escribo. Si al leer cierta novela me hago presente o si no me recuerda en lo absoluto hasta que me tiene de frente.

Nunca hay suficiente, pero con dos palabras puede bastar. Escríbame que eso me hace volar. Escríbame, que me tiene.  Escríbame, escribir es como besar.

Martes.

Alguno de mis yos dentro de mí me sabe más que yo misma. 

Al día le faltaba ese sentimiento nuevo que me he presentado cuando sabemos que dentro de todas mis posibilidades, cabe tenerte de frente. Esos aleteos que duelen tan plácidamente en las entrañas; los quéserás que pinchan la conciencia, los ysis que llueven a borbotones e inundan el pensamiento. 

Lo sabía sin saberlo; de ahí la desilusión que respiraba sin entenderla tal cual, entonces encuentra razón mi cabeza de haber sido proscrita a algún planeta a años luz: no estarías en mi aquí. No te encontraría en donde siempre y como todas las veces, hoy no serías mi azar electivo. Lo sabía, pero me rehusaba a enterarme.

Entonces todas las partes se acomodan y las piezas encajan. Volver a respirar porque se respira, pensar porque se piensa y entender porque así es. Hablar como autómata, escribir porque hay tinta y mirar porque se ve. De todas formas, no irías a mis "ven".

Casualidad también es no encontrarse. 

A quien pregunta:

Que si qué se siente tener a alguien que te piensa más de lo debido, me lo preguntas de la nada, por nada y cuando estabas más que enterrado en el olvido...

Pues verás; se siente como el primer pestañeo matutino sin ser realmente consciente de que has despertado. Se siente como los rayos del sol sobre mi piel en alguna hermosa y remota playa desconocida mientras yo camino por la acera llovida bajo un cielo alegremente nublado. Se siente como todas las cosas y el orden de las canciones que no recuerdo de mi mejor borrachera. Se sienten como las palabras que no te escribo, como lágrimas en la lluvia, como el mismo paso del tiempo sobre una roca; se sienten como... no se sienten.

Siendo lo único que puedo serte, hablando honestamente, se siente nada.

Al que no (me) lee:

Estábamos condenados al fracaso. 

Y pensar que no lo estábamos no nos hará dejar de estarlo. Siempre se ha dicho, el primer paso es aceptarlo. Es todo eso de lo que siempre hablaste, nunca es suficiente, nada lo es y nosotros no somos la excepción; nunca lo fuimos y nunca lo seremos, porque bien pudimos llegar a querernos, eso nunca fue velo para nuestros ojos. Hay que saber lo que se tiene de frente para afrontarlo y precisamente eso es lo que nos pasó: vimos claramente que lo que teníamos de frente era un gran abismo llamado "nosotros", un agujero negro que nos debilitaba y justamente ahí estaba nuestra fuerza, reconocernos débiles, nos hacíamos humanos... me volvías pequeña con una mirada, con la simple sonrisa; he ahí todas tus ventajas y todas mis armaduras al piso.

... Y de la nada tenía que reconstruirme, para sostenerte, para sostenernos. Nuestro principio siempre fue el final, aunque eso en ninguna parte dice que tenía que acabar. 

Reconozco no creer, no creerte aunque nunca mintieras. Reconozco haberte necesitado más de lo que algún día pude admitir; sin conocerte ya te quería. Es que todo siempre fue más allá: todo pasó del otro lado de las letras, más allá de las ganas; todo simplemente pasó a ser querido. En realidad, un punto final no le pone fin a lo sentido.

A quien nunca fue mío:

...Y esto va de una para que, si duele, sea un solo golpe y no duela de más.

El ciclo de la vida: naces, creces, creces, la vida te exige relacionarte con las demás personas, no lo logras, estás solo, solo, sin buscar te encuentro, sin querer te pierdo, mueres. Solo.
No me adelanto, no juego con el score; no juego a ser mayor, No busco salidas. No encuentro escapes. He pensando mucho en lo fácil y también, lo poco real que sería si todo sucediera perfecto. de que las cosas se dieran como en una novela francesa; así, con tropezones y angustias pero de esos tropezones amables que no te hacen caer, y si caes, de esas caídas que no duelen; con angustias dulces que te hacen suspirar y no llorar sangre. He pensando en lo fácil que sería no ser yo y que no fueras tú; en que dormiría tranquila: dormiría. A veces, me gustaría tener una idea de que será ser tú; si tú también deseas que fuera menos yo tanto como yo. Me gustaría. Me gustarías. En fin, y como al inicio, esto iba a doler, lo advertí, más no era promesa. Y es exactamente eso lo que tenía que doler, eso que parece añoranza pero en realidad es desconsuelo, es desilusión, es con desánimo y sin ganas; pero a la vez es decirte hola y no adiós. Hola a ser distinto, hola a la distancia, hola al silencio... hola al tiempo muerto.

Hemos ido más allá de todo. Hemos destendido las alas y pasado volando todas nuestras barreras y límites. Hemos sido de todo menos uno mismo. Hemos sido, sin querer pero amando, lo que el otro ha querido. Hemos sido todo y nada a la vez; aunque ante todo, hemos sido menos que más.

He buscado y he encontrado. No a ti, no a ellos, sino a mí. A ese yo que no me gusta; ese yo que necesita en vez de que lo necesiten, ese yo dependiente. ese yo que echa más de menos que de más. Ese yo que espera, espera, espera, espera... y espera demasiado, sin límite. Ese que busca dar explicaciones sin haberlas solicitado. Y, por lo pronto, todo el yo que me queda. En esas circunstancias, no sabes lo que duele ser uno mismo y la verdad, ni yo quisiera saberlo. Sí, suena contradictorio, pero si me duele no lo sufro; no te sufro. Porque estoy, en términos simples y resumidas cuentas, más tranquila. O al menos no siento que me muero por dentro; y no como la mujer de aquella película, porque no tengo ganas, ni siquiera pequeñas de empezar otra vez, menos contigo.

-Y ésta es la parte más dolorosa- No quiero volver al principio. Porque ya sé cómo termina y la situación pierde simpatía. No nos juremos cambios, ya de todos es conocido que no los acepto fácilmente y eso nos hace volver a lo de antes, no tiene caso. Sin sufrir y sonriendo.

No me adelanto, no juego con el score, no juego a ser mayor, -pero que ganas de ser mayor y ser yo quien te enseñe lo del amor sin amor-, no busqué salidas, no encontré el escape. Al final, tal vez sí las cosas se dieron como novela francesa, siendo tú y yo protagonistas. Esa que tanto nos encanta, sobre todo esa parte en la que a él lo deportan y ella se quedó en la ciudad lluviosa de ensueño (que en realidad es una triste pesadilla húmeda) o tomó un barco y volvió a Montevideo, o lo que fuere: tú nunca lo supiste. Y aún por encima de todo, tú nunca lo supiste.
 
Sin sufrir y sonriendo. Démonos la media vuelta y, sin despedidas; digámonos hola a las tres.
una...
dos...

Si existiera un Dios tal vez él sería quien me entendiera...

Tan fácil que debió ser decir sí aquella vez cuando el deseo era más fuerte que lo que quería o podría soportar. No entiendo porque la negativa tiene arraigada a mi conciencia. También creo que debí retener más tiempo aquel vómito verbal, no, más bien debería reprenderme la mente anoréxica que no mantiene nada, que no soporta deglutir nada solido. Aquellos ven eran ruidosos; se escuchaban solidos, fuertes y constantes. Estoy hecha un lío y presiento que se me nota, que la pareja de un lado me ve como quien observa detenidamente un ovillo que hay que desenredar. Es ridículo; hasta les noto entusiasmo por haber encontrado el procedimiento a seguir, el punto de partida. Dije no, dije muchos noes. O dije un mudo sí con muchos peros, da igual. Como da igual estar aquí sentada sin hacer nada y ver como pasan vidas ajenas y con ellas la mía, porque no estoy haciendo nada. No sé si estuvo bien dejar que pasara. Dejar que creyera que para mí no era nada cuando en realidad era demasiado. Cuando en realidad... estoy harta de hablar de realidades mudas, de tener que explicar todo tanto. Debería volver y no estar sorbiendo lo que sea que esté bebiendo, -ni siquiera le encuentro sabor-. Y ahora que lo vivo y revivo aquel momento no estuvo tan mal, mas era avergonzante la cantidad de ganas de disfrutar aquello, era demasiado esfuerzo. no, eso tampoco estuvo bien. Debería volver. Aunque si vuelvo, ¿cómo lo digo? ¿cómo digo que más que ven debería ser quédate, que todavía valemos la pena? Aunque si se va, tal vez valgamos más la pena de no intentarnos pese a querernos. No, aquí nadie se quiere. No quiero querer. Él se irá y yo seguiré siendo el ovillo que cualquiera ve con intención de desenredar. No quiero decir que quiero. No. Eso tampoco está bien. Como no está bien arrepentirse, afrontémoslo: ganas nos sobraban, gusto nos faltaba. No puedo pretender volver a donde ya no hay sitio, donde en realidad nunca hubo. Tal vez el me entienda, - si existiera un Dios tal vez él sería quien me entendiera-. Estoy encerrada en un circulo de él. Estoy enterrada en el fondo de mi propia e irracional mente. ¿Cómo impido que abandone lo que no existe aún? ¿qué cara es la que se necesita para decir que me gustaría sentirlo? No me necesita porque su silencio y distancia me lo han demostrado. A mí no me hace falta. - si existiera un Dios tal vez él sería quien me entendiera-. Necesito salir de aquí y deshacerme de tantas miradas que ven más de lo que miran. Ahora me abaten los recuerdos y estoy sonriendo. ¿Sonriendo? No imagino lo expresivos que deben ser mis ojos en este momento. Me tiemblan los dedos al saber que lo tengo a la distancia de tres letras. Me duele decirle ven ¿Y si viene? No sabría que decir, supongo. - si existiera un Dios tal vez él sería quien me entendiera-. Al diablo las palabras, afuera no llueve como en mi mente. Ojalá la conciencia se callase a besos. Dios, el sentir el no sentir es el verdadero infierno en la tierra.

Debilidades.



Es que yo simplemente, hay veces, que no debo ver; que me pregunto una y otra vez ¿por qué me enseñaron a leer? Tengo el talón de Aquiles en los ojos, la kriptonita en las letras. Me enloquece su literatura, me envuelve lo que veo y así me contagio el amor. Me enamora leerlo aunque le desconozca por completo. Me vale lo mismo si miente o no, me enamora pensar que le provoca escribirme.

Nunca digas nunca.



Algún día vas a enamorarte. Y va ser tan bonito y al mismo tiempo tan doloroso, que todas estas cosas que vives ahorita, estas personas, esas situaciones que tanto llegaron a lastimarte, los recordaras como quien se acuerda al momento de acostarse que no le puso el acento a una letra y automáticamente se consuela con un sonriente «mañana lo hago», dejándolo atrás, olvidándolo. 

El tiempo no lo curará todo, mucho menos es magia que borra heridas; sólo hay que dejar que corra el aire y recordar que el que jura nuncas, casi siempre es el que pierde.

Acción y reflejo del llanto.

Un día contuve tanto, tanto las lágrimas que, después, aún encontrándose hasta el tope, no supieron cómo salir y decidieron aglutinarse, permanecer todas como un conjunto, como mezcla homogénea; una especie de masa inseparable que se agolpaba toda en la garganta, que pedía salir como un grito para esparcirse alrededor. El grito era siempre tímido / bajito / sordito. Se quedaba entre los dientes para no ver la luz, porque no se animaba, el valor le faltaba; entonces volvía adentro a derramarse en todo el interior, a gastarse en conexiones cerebrales, a hacer temblar los pies, los dedos; a volverme sorda, a cerrar los ojos... apretar la boca; a tratar de volver la respiración acompazada con el miocardio. A escribir y repetir: todo va a estar bien. Todo va a estar bien. 
Todo va a estar bien.
Todo va a estar. 
Todo va a. 
Todo va.
Todo.

Placer del beneficio.

Me concedo el placer y el beneficio de no pensarlo para siempre; de pensarlo finito, que termina, que viene con fecha de caducidad. Le sonrío a eso; le sonrío a eso que como viene se va y vuelve. Siempre lo he dicho, que yo no quiero todo, yo con mucho me conformo. No soy única, ni especial, eso lo sé, lo sabe y todos lo sabemos, pero se agradece el gesto interesado de querer hacérmelo creer; también le sonrío a eso.

Yo no necesito de nadie que venga a voltearme el mundo y me ponga la circunstancia de pies para arriba, un cabrón que me haga sufrir para sentirme viva. Yo no necesito quién me complique la vida, ni tú, tampoco nadie. Eso sí, todo el mundo necesita que lo hagan sentir especial pese a no serlo realmente. Amar, de por sí, ya es dejar huella. Todos necesitamos de todos como instrumento para hacer historia.

Razones.




¿Por qué le quiero? ¿Qué es o qué más me gusta de él? ¿Me pregunta seriamente? Pues verá; simplemente va de la punta del pie que siempre planta decidido hasta el extremo más alto de todas sus ideas y ambiciones. Me gusta como no le basta lo ya dado por hecho, que no le sea suficiente lo simplemente convencional; que mis noes no sean motivo para detenerlo. Porque juntando sus piezas, cualidades y defectos y armándolo como a un rompecabezas, pareciera que es la manifestación física de todos mis deseos. Me gusta porque seguro no existe y lo tuve que haber inventado.