A quien nunca fue mío:

...Y esto va de una para que, si duele, sea un solo golpe y no duela de más.

El ciclo de la vida: naces, creces, creces, la vida te exige relacionarte con las demás personas, no lo logras, estás solo, solo, sin buscar te encuentro, sin querer te pierdo, mueres. Solo.
No me adelanto, no juego con el score; no juego a ser mayor, No busco salidas. No encuentro escapes. He pensando mucho en lo fácil y también, lo poco real que sería si todo sucediera perfecto. de que las cosas se dieran como en una novela francesa; así, con tropezones y angustias pero de esos tropezones amables que no te hacen caer, y si caes, de esas caídas que no duelen; con angustias dulces que te hacen suspirar y no llorar sangre. He pensando en lo fácil que sería no ser yo y que no fueras tú; en que dormiría tranquila: dormiría. A veces, me gustaría tener una idea de que será ser tú; si tú también deseas que fuera menos yo tanto como yo. Me gustaría. Me gustarías. En fin, y como al inicio, esto iba a doler, lo advertí, más no era promesa. Y es exactamente eso lo que tenía que doler, eso que parece añoranza pero en realidad es desconsuelo, es desilusión, es con desánimo y sin ganas; pero a la vez es decirte hola y no adiós. Hola a ser distinto, hola a la distancia, hola al silencio... hola al tiempo muerto.

Hemos ido más allá de todo. Hemos destendido las alas y pasado volando todas nuestras barreras y límites. Hemos sido de todo menos uno mismo. Hemos sido, sin querer pero amando, lo que el otro ha querido. Hemos sido todo y nada a la vez; aunque ante todo, hemos sido menos que más.

He buscado y he encontrado. No a ti, no a ellos, sino a mí. A ese yo que no me gusta; ese yo que necesita en vez de que lo necesiten, ese yo dependiente. ese yo que echa más de menos que de más. Ese yo que espera, espera, espera, espera... y espera demasiado, sin límite. Ese que busca dar explicaciones sin haberlas solicitado. Y, por lo pronto, todo el yo que me queda. En esas circunstancias, no sabes lo que duele ser uno mismo y la verdad, ni yo quisiera saberlo. Sí, suena contradictorio, pero si me duele no lo sufro; no te sufro. Porque estoy, en términos simples y resumidas cuentas, más tranquila. O al menos no siento que me muero por dentro; y no como la mujer de aquella película, porque no tengo ganas, ni siquiera pequeñas de empezar otra vez, menos contigo.

-Y ésta es la parte más dolorosa- No quiero volver al principio. Porque ya sé cómo termina y la situación pierde simpatía. No nos juremos cambios, ya de todos es conocido que no los acepto fácilmente y eso nos hace volver a lo de antes, no tiene caso. Sin sufrir y sonriendo.

No me adelanto, no juego con el score, no juego a ser mayor, -pero que ganas de ser mayor y ser yo quien te enseñe lo del amor sin amor-, no busqué salidas, no encontré el escape. Al final, tal vez sí las cosas se dieron como novela francesa, siendo tú y yo protagonistas. Esa que tanto nos encanta, sobre todo esa parte en la que a él lo deportan y ella se quedó en la ciudad lluviosa de ensueño (que en realidad es una triste pesadilla húmeda) o tomó un barco y volvió a Montevideo, o lo que fuere: tú nunca lo supiste. Y aún por encima de todo, tú nunca lo supiste.
 
Sin sufrir y sonriendo. Démonos la media vuelta y, sin despedidas; digámonos hola a las tres.
una...
dos...

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