Me he agotado la poca reserva de paciencia con la
que me aventaron al mundo aguantando la misma estupidez del deber sobre el
querer, ya no.
Estoy cansada de los mismos diálogos sin rostro, de tener
que vencer los brazos con cargas que ni siquiera son mías; harta de decir y repetir y repetir y repetir hasta el
incordio las mismas líneas que suenan y resuenan a vacío. Que caiga el telón
porque el próximo acto ya no lo doy yo. Ya no más, ya no voy.
No puedo dejarme para que seas, no quiero. No puedo vivir de
tu vida, de tus ganas, de lo que te sobra; no quiero. Ya no quiero, siento que
no sigo; entre la idea de ir y decirlo todo y quitarme este horrible disfraz,
explicar lo que no pueden ver, pero siempre termino dudando --porque tampoco
puedo ver por otros ojos que no sean los míos--.
A este melodrama sin sentido lo único que le falta es el
final, lo pide a gritos y no, siento que las únicas líneas que puedo darle son
puntos suspensivos; si esto hubiese sido diferente... ¡nada! ni siquiera las
despedidas me interesan: la mala de la película se cansó de la misma tragedia.
Cuando decides que es momento de pensar en ti y, por lo
mismo, dejas de hacerlo y te pones a pensar en ellos, y ellos, los buenos, y te
pasa lo que te pasa, y lo que no, y todo lo que la vida a decidido darte y lo
que a omitido para ti y sigues pensando en ellos; y lo haces callando, por lo
bajito, para adentro, sin que nadie se entere que siempre terminas pensando en
ellos, que no saben que a la mala de vez en vez le queda grande y pesado el
papel de villana.
Y terminas pensando en ellos como un todo, un todo compacto
y unido; acabas pensando en todo: todos y tú sólo eres la S, la última letra,
la omisible, la que se puede borrar y seguiría siendo una palabra válida, una
unidad.
--Hay que ver como a nadie le interesa la S al final en esa y otras
muchas palabras.--
No puedo hacer que creas, veas y sientas lo que yo, ni
siquiera puedo obligarte a que supongas todo esto que acabo de escribirte --ni
imaginarlo siquiera-- Sigo forcejeando con la idea de ir y deshacerme del
ridículo disfraz y entonces, pueden ocurrir dos cosas (o las que sean, las
intenciones me limitan): que salgamos todos indigestados por tragarnos tantas
palabras en descomposición o que resultemos todos raspados y despotricando
contra todo, pero al final aliviados y conscientes que aún con todo, nos queda
bastante presente para vivirlo con ganas. O como sea, las ganas se quedan en
nada. Y tal vez el único final que me queda es el de la mala de la película, la
que siempre sucumbe al caos, termina en una celda olvidada, muere en una
explosión o volviéndose loca. Como en 1999: sólo quiero ser espectador; relax,
entertainment.
Siempre me había gustado quedarme hasta el final de los
créditos, pero después, no sucede nada; sólo como Neruda: que me canso.