Nota al margen.

He estado intentando que no duelas
intentando habitar este mundo como si nunca lo hubiese compartido contigo.
La manera más fácil de tranquilizar el recuerdo
es entendiendo lo ajeno que siempre fuiste,
hasta cuando pensé que te tenía, fuiste imposible,
porque había que afrontarlo: yo no sé volar.

Yo volaba porque me veías, porque así me imaginabas.
Ni siquiera existía, sólo cuando me pensabas.
Yo volaba cuando decías «eres mía».
Yo volaba cuando sentía que me querías.
Nunca supe volar, no se me daba el viento con las alas.

Y es justo en eso, que pronunciabas «eres mía»
que dejabas de pertenecerme de a poquitos y pensabas que no me daba cuenta...
Esos «eres mía», los que te dejan marcada para siempre
y retumban en la cabeza, con sólo cerrar los ojos.
En fin y en inicio, ¿qué voy a saber yo si te da lo mismo tenerme a mí que tener a mil?

No hay comentarios:

Publicar un comentario