2014.

Otra vez: de frente al ayer y con la espalda al futuro, tratando de observar detenidamente todo eso que podemos decir vivido, pero también con la duda en la conciencia, si algo de eso de verdad existió; si de verdad fui y vine, en realidad baile y canté hasta las desesperaciones, si me bebí hasta lo inverosímil que me sirvió para jurar decenas de nunca más. Conocí y desconocí. Lo que pensaba perdido sin querer lo volví a encontrar y lo que guardaba seguro se escapó sin decir adiós. Así es esto, uno nunca sabe cuando van a morir los recuerdos y cuando sigilosamente van a surgir nuevos sentimientos. Le puse punto final a una historia feliz que de la nada se volvió sombría y escalofriante. Fui tan triste como siempre y como nunca, me reí a carcajadas estruendosas pese a todo y ya no supe si de indolencia o de puras ganas de disfrutar hasta las derrotas. Entendí que los sueños sólo se pueden disolver en la realidad, porque aunque realizados, nunca dejan de parecer mera ilusión. A pesar de las restas, sumé y multipliqué, ¡vaya que multiplicamos! Con eso comprendí que los milagros existen y no precisamente resplandecen. Se me escapan tantas cosas... el tiempo es eso que te besa y abraza para después dejarte caer todo el peso encima y no hay como huirle. Casi al final, empecé a conocer de magia, esa magia de las alas y que volar no harán, pero se le parece. Creo que soy insensatamente más feliz que antes, o tal vez cada vez estoy sintiendo menos que me voy muriendo por dentro. No sé si estoy para decirlo, pero dejé de autodestruirme y vamos a lo peor porque me siento más susceptible a que cualquiera me haga trizas (cualquiera con nombre y apellido nada elegido al azar) pero ¡dale valiente! la que no arriesga... 

Bueno, ¿Ahora qué sigue? 

Deseos.

Quiero que quiera besarme porque ya no sabe qué más decirme.
Quiero que quiera tomarme de la mano para que no me vaya volando.
Quiero que quiera abrazarme porque ya no puede tenerme más lejos.
Quiero que quiera sonreírme para dejarme sin palabras.
Quiero que quiera ser feliz y más aún si quiere serlo conmigo.

Léase con sigilo, a modo de suspiro.

Me gustaría poder decirte que nadie podría quererte más que yo
que de nadie leerás palabras que te hagan sentir como las mías
que te quise antes que nadie
                                              y lo haré después que muchas.
Me encantaría afirmar que toda mi locura vale la pena
que si juntas una vez mis pedazos
 ya no volveré a derrumbarme más
que todas mis indecisiones nos llevarán a algún lugar.
Ojalá pudiera decirte siempres y no tengan fecha de caducidad
que tomándome de la mano no me voy a echar a volar
que con un beso y todavía después me voy a callar.
Amaría poder decir que esto nos sirve de puente
                                                                             y no importa qué demonios lo sostenga.
Me encantaría no llamarle nostalgia a los suspiros que al final
no es más que añorar el aliento que flagrantemente me has robado
Me gustaría todo eso
y cada día
en este desastre entre rota y descosida
encuentro algo que suena a mentira,
que no puedo jurar.
Lo que sí, es que me encantaría curarme de ti
Espero sugerencias,

                                y que sigas viviendo en la salud.

El veinte más pesado.

Nov 29 2014
día después de.


Por más bien que escribas, no puedes matar a alguien con palabras.


A-penas acabo de caer en la cuenta de que tengo un muerto. Y ahora tengo que entender que murió, todo esto para no cargar con un fantasma en los hombros, y a los muertos se les lleva flores y se les llora por catarsis. A los muertos se les reza para que descansen, pero yo estoy para que me recen y descansar, y quiero llorar, tengo que; ahogarme en un llanto estúpido que terminará perdiendo el verdadero sentido por la que empecé a llorar, tengo que llorarle porque perdida que no se llora, no es perdida, y por supuesto que perdí algo, y no sólo doy vueltas a lo mismo por marear, sino porque me están lloviendo veintes, muchos, a raudales... estoy inundándome de veintes y no me quiero ahogar.

Correo urgente.

Tiene que parar. Tiene que detener toda esa manera de ser tan suya. Tiene que dejar de no mirarme, de hacer como que no existo, de saltarme en el camino, de colocarme siempre en el punto ciego; sobre todo tiene que dejar de escribir como si creyera que ésta que lo lee es indolente a sus palabras, como si no supiera que me hace sentir, aunque si lo sabe, qué bueno, si no, no importa. De la manera más atenta solicito que se detenga, no es sano. ¿Cómo puede ir por la vida amando de esa manera sin pensar en las consecuencias? No puede seguir haciendo que se me trepe el corazón a la boca y me estallen las entrañas en mil mariposas, si de verdad no le importa.

El tiempo lo cura todo.

En un principio todo parece tan complicado... 
Esperé a que vinieras, esperé y esperé mucho. Figuré de quicio de puerta, de marco de ventana y hasta de estatua de acera; sí, tiempo pasado. Mañana, tarde y noche de aquel pasado de mierda. Un «no puedo seguir» hubiese bastado... no, no hubiese bastado, pero sería diferente, ¿sabes? Por eso no puedes volver cuando yo ya he terminado: seguí. Seguí y entendí que no podía cortarte de tajo. No había que aprender a olvidarte, sino a vivir recordando, aunque no niego que a veces me gusta asomarme a lo que no tuve contigo. A veces nos veo siendo lo que no somos y nunca seremos. Lee como acepto con enorme optimismo que ya no me importa ser contigo. No sé si fue por alguien más, tal vez te encontré repartido. Todo el mundo llevaba pedacitos de ti, unos más que otros, pero había decidido continuar. Sólo pensaba en encontrar una sonrisa y sonreír con ella y entre todas, de repente una sonrisa que lo borró todo. Juntó mis escombros una y otra vez y perdonó que me siguiera desmoronando. Una y otra vez el mismo desorden al que le huiste. El mismo desorden que te espero tanto y tantas veces y aún eso perdonó sin pedírselo y me abrazó el alma cuando más me temblaba. No negaré que te he echado de menos, pero ahora tengo algo. Algo que es más que tu recuerdo, algo que no eres tú, sino yo misma y alguien que me sonríe para decir que todo estará bien aunque se nos caiga el cielo encima. Tengo algo que no eres tú y quiero quedarmelo.

La vida se desperdicia en la gente y los domingos en la cama.

Todo el mundo necesita alguien a quien abrazar en invierno y una piel que acariciar en verano.
Alguien con quien aburrirse los domingos, con quien pelear cuando la calma desatine y a quien invertirle la vida sin sentir que solamente la desperdicia.
Todo el mundo necesita un cómo estás aunque la respuesta sea lo de siempre. Todo el mundo necesita acabarse la boca de vez en cuando de puro besar, que los brazos se cansen de tanto ser hogar; sentirse en alguien y viceversa, sentirse alguien de otro alguien.
De vez en cuando, todo el mundo necesita enfermarse de querer y aliviarse queriendo.

A quien nunca pude responder:

Todo tiene su momento, dijiste más de dos veces, como si el tiempo mereciera tal respeto. Menos que eso: el tiempo siempre te dio miedo y dejaste que él decidiera. Buscaba a alguien que quisiera jugar, pero jugar en serio. Alguien que apagara el reloj por mí, alguien que no fuera a hacer preguntas; pero el miedo seduce, ese gran cabrón... tú. Nadie más que tú sabía cual era mi palabra favorita aunque tuviera que repetirla cada que te veía. La verdad es que decir siempre siempre ha sido como un juego, de ser capaz o no. Todavía creo que yo hubiese sido capaz si tú lo hubieras sido también. Ya no tiene caso. Ya para ti no tengo lado. Todo tiene su momento, está bien, pero el mío no fue el tuyo. No supe quererte de otra manera que no fuera la mía, ahora entiendo que no quise quererte como tú me querías. ¿Cruel? Mis maneras siempre fueron alevosas. Te provoqué, sí. Jugué al despreció y me gané ser la despreciada. Bien sabes que jugaba a jugar y era en serio, también que hubiera abierto más que el corazón y ni siquiera tenías que desgastarte en poesía, éste siempre latió ajeno. Te regalaba más que besos de ocasión con la condición de dejar al corazón aparte. Pudimos haber ido de lo funesto a lo inmortal con la única condición de que enfrentaras todo lo que me querías para decirte que no lo hicieras. ¿Por qué digo todo esto ahora? Porque no tengo nada que perder y tú ya me perdiste a mí. Cómo jode ser cobarde, ¿no? 

Buenas intenciones.

Quererte bien
bien y no a secas
bien triste bien contenta bien aunque mal
tomarte de la mano y no por vanidad
sonreírte sin razones
sobre todo los días sin sol
soltarte los tequieros como si fuesen ingrávidos
tu nombre siendo la tabarra para ajenos
Se me caen las ganas por los ojos
de puro verte andar viviendo
Clavarte tres besos: espalda cuello y oreja
hacértelo en verso sin comas
desvestirte los encantos
a punta de improperio
faltándote a la ortografía
y de paso nos volamos el respeto
sin táctica ni estrategia
te quiero
pero no me pidas que sea eterno.

No es el color, ni la estación...


las flores huelen según su intención.
Huelen a estado de ánimo
 a amores fugaces
enamoramientos efímeros
cariños arraigados
a disculpas y prontos olvidos.
A recuerdos aferrados.
A días añejos.
Huelen a lugares tristes.
A lágrimas reprimidas
llantos estruedosos.
Las flores huelen a aburrido,
a enfermedad,
a tequierocomoamigos y a siempres ingravidos.
Huelen a promesas,
a dolor de cabeza,
a velorio,
a cementerio.
Huelen a muerte.

Mi Julio en agosto... todo el año.

Su voz diferente, su acento marcado, la erre imposible, la mirada y cara de niño, la barba de los años, el pelo de lado, mi total desconocimiento de cómo era en alguna realidad que existió antes de siquiera ser pensada. Me enloquece su literatura, me envuelve lo que veo y así me contagio el amor. Me enamora leerlo aunque le desconozca por completo. Morelliano, tan cínico y moralista ese Horacio... o un tal Lucas. Perseguidor de mundos, de sonidos, relator de sueños, aquel flaco del pulover verde para pasear por esa ciudad donde el amor se llama con todos los nombres he visitado París tantas veces como he leído Rayuela. Mis ochenta mundos son sus páginas. A deshoras, yo ni conocía a ninguna Glenda, hágame usted el favor. El enormísimo cronopio, en sus palabras, cubierto por ese triste nombre inglés, «el boom» que le dijeron. Yo no sé si andaba sin buscarlo para encontrarlo o como sea; lo que sé es que lo encontré y que nunca sería capaz de dejarlo. Sinceramente no se me ocurre mi poquita vida sin la casualidad de haberlo leído. Leerle y releerle, aunque siempre es lo mismo, siempre será diferente. Hablo de mí porque no me atrevo a hablar de él, soy nada frente a tanto: mi medio mundo. Hablo del encanto de sus palabras tan magas porque aunque sea yo nadie, en alguna parte del no-tiempo, no-espacio -evocando una frase de Galeano que yo la ajusto a él-, para que vea, Julio, lo vivo que está.

A quien entienda:


«Sí -dije- vé, vé, vé(sintiéndome, oh siempre, en el centro exacto del abandono). Vi sus ojos en el resplandor cortado de oscuridades hirientes, súbitas. Vi sus ojos en el sonido de la tormenta, en los colores ardiendo como pájaros muy efímeros. Que se vaya -me dije- yo no pretendo, no intento, no comprendo. No me dejes -dijo- no me exiles de ti. En lo alto, en lo puro del abandono. Llamarme a mí pequeña abandonadora. Antes de desaparecer vi sus ojos no comprendiendo. Trémulo gesto de mi cara para ir a llorar importantemente en la noche del no sé sabe quién es abandonado.»

Alejandra Pizarnik


Quise tomarme un tiempo para asimilar lo sentido. Ya sé, los sentimientos no se asimilan, sólo se sienten y párale de contar. Me lo tomé cargado y nada que lo diluyera para que no cayera tan pesado. No te tengo una frase que suene a refrán de abuelitas, ni un cuento con moraleja que te deje pensando y te haga entender, nada de eso. En algún otro momento, lo que sea que dijera lo haría con la terrible intención de alterar emociones ajenas, moverte un poquito el corazón o hacerte comprender al menos un poco; esta vez ya no, sólo quiero juntar pedazos: los míos. Verás, entendí que aunque el trayecto siga, esto ya no da para más. Puedo pasar horas y mucha tinta gastada dando millones de escusas para ya no seguir, el por qué terminé abandonando en lugar de seguir intentando. Me arrepiento de haber pedido una razón a la vida para lo-que-sea que ocurriese. Hay cosas que sólo suceden porque sí, y buscarle justificaciones es acabarlas del todo, buenas o malas, ocurrieron; como que crecimos, que nosotros ya no somos los mismos de antes, aunque eso no significa renunciar a lo que en esencia fuimos. Está bien, puedo entender que me hayas dejado atrás, mas no que te hubieras dejado también. Por eso no me vendas que los sueños evolucionan para justificar tu resignación; que madurar es adaptarse a la vida y que ésta se adapte a ti y que la felicidad es conformarse y todas esas tonterías que te hans obligadohecho creer. Si en verdad eso es vivir, prefiero no vivir. ¿Sabes? que te lata el corazón no significa que estés viviendo. En algún ingenuo momento comencé a fabricar la idea de que eramos diferentes, que quererse bastaba y sobraba, que podíamos con todo y más; we can be heroes, tarareabamos a Bowie. Nos creí irrompibles y vaya qué fuerza del estallido que nos voló en tan minúsculos pedazos, que ni pobres esperanzas de armarnos de vuelta como si nada hubiese pasado, y pasó de todo. Discúlpame, yo no quiero cerrar los ojos como tú aunque tampoco quiero entender. Ojalá John no se equivoque y vivir de verdad sea más fácil con los ojos cerrados. Ojalá pase pronto el olvido a recoger todo lo sentido, lo vivido, los malos y hasta los buenos recuerdos. Ojalá jamás te alcancen los remordimientos. Estoy renunciando, también es de valientes saber dejar ir. Tal vez no me sé valiente y aunque parece que no me atrevo, pero sé que puedo ser capaz.


pd. Te dejo cinco sonrisas, todas ya las conoces.


Nunca digas nunca.





Algún día vas a enamorarte. Y va a ser tan bonito y al mismo tiempo tan doloroso, que todas estas cosas que vives ahorita, estas personas, esas situaciones que tanto llegaron a lastimarte, los recordaras como quien se acuerda al momento de acostarse que no le puso el acento a una letra de lo último que estaba escribiendo y automáticamente se consuela con un sonriente «mañana lo hago», dejándolo atrás, olvidándolo.

El tiempo no lo curará todo, mucho menos es magia que borra heridas. No hay ningún secreto, sólo hay que dejar que corra el aire y recordar que el que jura nuncas, casi siempre es el que pierde.

Catálogo de despedida.

Aquí te dejo un «te quiero» cargado de infinito
Un beso sin memoria
un adiós que es hasta cuando te vea
un abrazo que quema
una mirada sin consuelo
un suspiro sin resuello
la patria potestad de todos nuestros recuerdos
una sonrisa desolada
mi necesidad de esperarte
mi esperanza de necesitarte
mis dudas de tenerte
mis letras sin palabras
mis palabras que no dicen nada
una hoja en blanco
mi conciencia agotada
mis alas cansadas
mi literatura gastada
un paraíso con poca gloria
todos los quisiera y no quisieras
un gemido dolorido
una canción triste que igual bailaba
una boca llena de peces
el amor, esa palabra...
mi voz gastada
un deseo a deshoras
todos los lugares donde nunca estuvimos
un círculo perfecto
el último capítulo
aquí te dejo
sin ganas de volver
y ya.

Seguro hacía frío...

y estábamos ahí, compartiendo el mismo oxígeno, dándonos a beber la boca del otro. Dos corazones latiendo tan cerca pero tan ajenos uno del otro. Era un caso de inercia: movimientos rítmicos, tan programados como si los hubiésemos ensayado antes, tan vacíos, tan sin nada; sin embargo al acto le llamábamos vida, le decíamos vivir. Todo era evasivas y negativas. Jugábamos a no querer lo que estábamos deseando. ¿A dónde íbamos? adonde nuestras manos nos guiaran, el límite lo ponían nuestras ganas. Y las ganas... qué ganas. Seguro sería ilícito tenerse tantas sin siquiera quererse. Seguro si nos hubiésemos querido ese sería nuestro límite. Era un momento sin verdades ni mentiras; lo único que teníamos eran realidades y nunca uno perteneció a la realidad del otro, nunca fuimos nosotros y jamás nos sentimos inconformes con ello; Era un acuerdo sin pactarse, aceptábamos el hecho de pertenecer a la nada, al vacío, al punto ciego. Nunca nos buscamos, nunca nos encontramos. No eramos casualidad, no fuimos causalidad. Ni siquiera fuimos el momento, aquel momento fue nosotros.

Regalo de cumpleaños.



«Cuando empecé a escribir, lo hice por miedo. Pensé que podía olvidar, o que podía fingir olvidar, o que podía fingir que fingía, o que podía hacerme adulta»
Miranda Julie. Nadie es más de aquí que tú.


No soy persona de dormir, por eso aprendí a fabricar sueños con los ojos abiertos. Un día de muchos, tal vez de esos grises que uno suele callarse en el resumen de noticias y sobre todo en la biografía, le confesé que más de una vez había soñado, aunque no sea buena ni menos grande, con hacer palabras que alcanzaran para verlas en un libro. ¡Vaya magia que fue decirlo! Vaya magia que hace el cariño. Ya no son sólo letras con alas que vuelan al olvido, ahora planean en hojas de papel y se codea en el mismo estante con mis favoritos. Desde hoy sueño despierta con historias que contar. Voy a escribir la nuestra, aunque no prometo decir la verdad.





PD: Si tu yo, no creyera en mi yo, ni el recuerdo de mis pedazos quedaran. El infinito se hace pequeñito comparado con mi agradecimiento.

A quien quiera leer:



¿Cómo lo describo? Es que si me vieras sonreír... si tan sólo pudieras verme sonreír... si me vieras, no tendría que buscar palabras para acomodarlas en mis sensaciones. Nunca espero algo, ni merezco mucho, pero siempre quiero todo. Tampoco es que merecía nada, es más, no sería yo quien juzgara eso. Es cierto, no era más que un día más, si bien, no era un día menos. Quería ver al amor a la cara, entonces abrí los ojos: era solamente voltear al rededor, embriagarse de sonrisas y la vida gritándote que debes seguir aunque no está de más detenerse a sentir la grandeza de querer y ser querido. Yo esperaba nada, pero quería que todo me sorprendiera. Empecé por abrazarme por dentro, para poder sentir el calor de brazos ajenos. Comencé por creerme, para poder creerles. Creerme lo que digo, lo que (te) escribo. Creerme que sin pretender, soy; para entonces creer que sin buscar he encontrado. Me han encontrado. Era sólo un día más. Un recuerdo más que guardar, una experiencia más que contar, un año más que acumular. Tenía que creerles. Creerles que si sonrío, ilumino. Creerles que no debo parar el vuelo, Creer que muy a mi manera, puedo encantar. Creerte que de leerme, te provoco latidos. Al menos por un día yo tenía que creer en el cuento inverosímil de que también puedo hacer magia; al menos, por un pedacito de eternidad, sentir que corro el peligro de ser especial. Y así fue, por un instante de infinito me creí las sonrisas, los deseos de felicidad, la pirotecnia sentimental y tanto abrazo que aún me sigue calentando el alma. Yo quería que todo me sorprendiera, mas nunca imaginé que todo pudiese ser ponerle cara a mis invenciones. Le beso las palabras a quien dijo que no existen distancias cuando de verdad se quiere. ¿Qué iba yo a confiar que al decir ven estaría sin decir voy? Jamás me creí con tal poder. Me beso la imaginación de crear seres tan entrañables que me llenan el corazón. Beso a la bendita ocasión que los materializó y que sin más, los incluí en mi vida. Existir y compartir lo poco que soy, tal vez no haya felicidad más alta.

De todas mis manías, querer es la que más se goza; aún cuando se sufre, se goza.

De no ser, ¿qué sería?




A veces, se me ocurre imaginar que de no ser lo que soy, entonces qué sería; si ésto, cuando (más) pequeña quería ser cuando creciera. Seguro lo más acertado sería responderle un rotundo no, no hay que pensarle demasiado. Y si no es ésto, entonces, ¿qué sería? Como Cesar Bruto, que me gustaría venirme golondrina, volarme lejos y volar a lo cerca cuantas veces me sacudiera el antojo, poniendo los pies en la tierra y dejando la circunstancia material en un lado oculto; quisiera ser de las que piensan menos y actúan más. Qué bonito sería ser de las que actúan. La verdad no se me ocurren muchas maneras de ser yo si no fuera tan yo, lo único que se me ocurre que cuando sea grande quiero seguir sintiéndome pequeña. Supongo que a lo mejor pensaba que ganarme la vida era distinto -y cuando hablo de «ganarme la vida» no le pongo valor económico-. Lo que sí, me encantaría tener menos vocación de triste y más aptitud para la sonrisa. Qué bonito.


Confesiones para huir ligero.

Abril, mes de los recuerdos como dagas.

Estuve a un cliché de tomar toda mi vida y llevarla a existir a otra parte, lejos de lo que quedaba de mí y todo lo que pudiera recordar.

Y entonces me enamoré. Ocurrió. A las tantas de la madrugada, sin campanas de aviso en no importa que día del año que fuere. Pasó, sin más, intempestivamente. Son de esas cosas sin nombre que acuden a ti sin cita previa, sin llamar propiamente a la puerta. Yo sólo quería que me curara las malas noches a punta de besos, que me callara la mente con las manos... y ahí estaban sus manos, haciendo que cayera, enamorándome; volviendo pedazos mis ganas, dejando en silencio que se agotaran mis ansias, sin decir «no te vayas» aunque se quedara, a mí la palabrita incómoda con «a» me da ganas de correr.

No sé, supongo que las personas de corazón vacío estamos predispuestas a que ocurra, más así, de la nada. Igual me empaco el corazón a punto de llenarse, la vida que me queda y la bendita forma en que abrazan sus labios; dejando sus manos donde las encontré, envueltas en caricias. Sus manos que bien vuelven cualquier soledad de insulso invierno en intenso amor de verano. De cualquier forma, ¿para qué viajar tan pesado? 

Bitácora de (no) vuelo.

Ya has visto los días y las noches y es todo lo mismo... y no es nada. 

Me trastorna tanta tranquilidad; este miedo a que las palabras empañen lo-que-la-mayoría de la gente llama felicidad. Tonterías. A esta tranquilidad le sobran muchas cosas: le sobra mucha soledad, le sobra mucha ausencia; sobre todo le sobra tanta conciencia de todo lo que le hace falta. Ni recorrer tantos kilómetros, ni tanta gente alrededor convencen de lo contrario.

Todo pasa, hasta los buenos momentos que se vuelven recuerdos que astillan la memoria.

Domingo con «d» de dolor de cabeza.

Pasan horas hacendo días eternos, forman semanas que hacen meses y acumulan tiempo como el infinito y todavía lo tengo metido constantemente en la cabeza. Si me siento a la mesa, lo siento enfrente; cuando me acuesto a dormir, lo acuesto a un lado. A veces me duermo sintiendo que me abraza y su respiración acompasada en la nuca; si voy caminando por la calle, extiendo mi mano y la cierro como si sostuviese la de él. Que él se haya ido es el primer motivo para volverme loca y no poder sacarlo de mi mente el primer síntoma de que ya lo estoy.

Ccp: a las causas y los azares.

Kilómetros y kilómetros recorridos, alejándome, poniendo tierra de por medio a todos, a todo y todavía juego a que te encuentro entre la gente; cada paso, imagino que estoy más cerca, sin siquiera saber si por lo menos has estado donde estoy, si conoces esa calle, si has visto las mismas cosas. Nunca sé que haría, ¿y todas mis ganas de no estar localizable? las cambio por todas esas ganas de volar  que me da pensar volver a verte.
La duda me deja estática, pero las polillas que no se están quietas no sólo en el estómago si no en todo el cuerpo me impulsan, ¿y si estás al doblar la esquina? En una de esas, de todas esas que la buena fortuna me debe, te tengo de frente. Quien sabe, un error inocente, involuntario de lo que todos se empeñan en llamarle destino. Nadie lo sabe de cierto, pero las casualidades no se eligen; habría que dejarlo todo al azar y ya me la he jugado muchas veces, ese cabrón es pésimo guionista.

...y donde dije casualidades la vida nos haga causalidades.

Querida Edith:

                          

                No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre.
Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, de que no le divierta la posibilidad de verme.
Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos.
Sería mucho peor disimular un aburrimiento.
Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver.


Julio.

Enero tres.

El primer tres del año, me gustó para jurar siempres.
Para olvidar el frío y armar sorpresas
sorpresas como recuerdos
recuerdos como días vividos.
Ya van dos seguidos que al primer tres del año
le pongo rostro conocido
le auguro vida eterna
le deseo sueños cumplidos
le envuelvo brazos para regalo y
sean abrazos siempre sentidos.
Son veintinueve eneros
del milagro del primer latido
inviernos que dejaron de ser fríos
magia de dos seres que pusieron en sus
ojos el cielo mismo.
Al corazón más rojo que conocí
le doy las gracias por compartir latidos conmigo.
Que no hay día que no agradezca la alegría de ponernos
en algún punto en el mismo camino y
la fortuna de contar con su cálido aliento que
fue viento que levantó mis alas.
Que no es obsequio que expira en un día
ni exclusivo de una fecha
Todavía le ofrezco aguantar diluvios
matar los monstruos que hasta yo misma desencadeno
Y la estancia permantente en el ventrículo izquierdo de mi corazón.
Este primer tres del año,
le sonrío al aire y le pido que nada apague
la lucecita de tus ojos contentos
que nada se atreva a acortar una prolongada
distancia entre las comisuras de tus labios
Y que esa sonrisa provocada sea la que encienda
todos los días que te despiertas a existir.
Que todo el que te abrace lo haga hasta el alma
sintiéndolo con puro querer del bueno.
De este lado de las letras rezo
que todas tus ilusiones se mantengan en vuelo fijo
y tus deseos se vuelvan a la vida.
Encantada de haber sido bendecida con poquito de ese enero: tu enero.
Sopla fuerte a esas velitas,
feliz cumpleaños.