NADIE PUEDE SABERLO


Es difícil saber qué es un amigo
descubrir en sus ojos la lealtad,
saber cuándo te ofrece su amistad
sin otra condición que estar contigo.

Nadie puede saberlo, eso lo digo
con el pecho partido a la mitad;
estoy pagando aún la ingenuidad
de confundir abrazo con amigo.

Yo nací para dar sin condiciones,
y me duele saber que nada es cierto
que si te busca alguien, sus razones
sólo conducen a su propio puerto.

Me cansé de bregar con falsos dones
para cierta “amistad” estoy ya muerto.





Waldo Leyva
compartido por Silvio Rodríguez. 
Y también sentido por mí.

Hogar.


y ahí donde se supone que habitas
han crecido unas florecitas
que con el tiempo me han llenado
y no sé qué hacer con tanto.
El dibujo, de mi amado Jesús Javier.

Para esos dos.

Me los imagino desde antes, mucho antes de conocerse. Probando la suerte en otras bocas, tentando al destino con cientos de «sí quiero», con una docena de «qué diablos» y varios «algo tiene que pasar»... los veo sin pensarse siquiera. Cuando alguien lleva el corazón despierto se imagina que le pueden pasar cosas buenas, porque así lo desea, pero está plenamente seguro que las excepcionales  son para los demás, sin saber que la magia puramente se encuentra en una casualidad. Así iba él, apasionado, así iba ella, radiante de pura vida. Ambos ingenuos, creyendo que una sonrisa le cambia la vida a cualquiera. En la oportunidad menos pensada, conocen sus nombres; en la oportunidad menos soñada, entrelazan sus manos, sintiendo cómo abrazan los parasiempres, que son tan reales como ellos; que no tienen nada que ver con hadas y magos, pero todo con ese hoy que están viviendo: con los dos.