A la papelera. CCP A quien crea saber.

¿Para quién escribes? Una pregunta que tarde o temprano tenemos que enfrentar; que venga de alguien más o de uno mismo para no perder el hilo conductor con la realidad. Tendemos a hacerlo como si fuese para los demás, siempre para afuera. ¿Será? Guardo una certeza que aún no se me ha podido arrebatar: realmente, a nadie le importa. Pero –siempre hay uno– igual habrá quién te lea. Y leemos no porque nos sea preciso saber la opinión ajena, sino para crear la propia. No para enterarnos de los sentimientos de alguien más, sino para personalizarlos. Por eso escribo en esta o cualquier otra hoja. No es para quién, es para qué; ya entonces es otro enredo.

***

Has descubierto que disfrutas mucho del hecho de que a la gente le guste tu escritura, y también descubres que tienes muchas ganas de que a la gente le gusten las cosas nuevas que escribes. La motivación de la pura diversión personal empieza a ser suplantada por la motivación de gustar, de que haya gente guapa a la que no conoces que te aprecie  y te admire y te considere buen escritor. El onanismo da paso al intento de seducción, como motivación. Ahora bien, el intento de seducción resulta muy trabajoso, y su diversión se ve compensada por un miedo terrible al rechazo. Sea lo que sea el "ego", tu ego acaba de entrar en juego. O tal vez "vanidad" sea una palabra mejor. Porque te das cuenta de que gran parte de tu escritura se ha convertido en puro exhibicionismo, en intentar que la gente te considere bueno. Y es comprensible. Ahora estás poniendo mucho de ti mismo en juego, cuando escribes; y también está en juego tu vanidad. Descubres algo peliagudo que tiene la escritura de narrativa: que para ser capaz de escribirla es necesaria cierta cantidad de vanidad, pero que cualquier cantidad de vanidad por encima de la estrictamente necesaria resulta letal. Llegado este punto, más del noventa por ciento de las cosas que estás escribiendo ya están motivadas e informadas por una necesidad abrumadora de gustar. Y esto genera una narrativa de mierda. Y la obra de mierda debe acabar en la papelera, no tanto por una cuestión de integridad artística como por el simple hecho de que la obra de mierda va a hacer que no gustes. Llegado este punto de la diversión del escritor, la misma cosa que siempre te ha motivado para escribir ahora te está motivando también para tirar lo que escribes a la papelera.

«La naturaleza de la diversión» En «En el Cuerpo y en lo otro» 
de David Foster Wallace.


A los que quedamos y celebramos la vida de alguien que colmó al mundo con su existencia:

Hace rato que pienso que no hay que conocerse mucho para quererse. Cuando alguien parte hacia la eternidad, lo más cerca que estás de expresar algo, es el silencio. La oquedad que no puedes llenar con ninguna palabra. Porque hasta el ánimo resulta oprobio. Me tardé una vuelta al sol después del suceso en «tratar» de decir, escribir algo al respecto... y todavía trato. Lo intenté hace rato y al parecer no hay palabra que colme eso que se siente, que sentí entonces; pero me gustaría dejarle algo por aquí, aunque sé que ya no lee como antes, que sus ojos están cerrados para esta realidad que nos queda (¿o realidades? No se me olvida que hasta le contagié mi síndrome de Oliveira). Aunque bueno, apelando a mi honestidad, lo dejo para mí y para aquellos a los que nos ronda y ronda la memoria. Me acuerdo (y juzgarán con un ¡qué extraño!) de Julio Cortázar, porque ahora sé lo que sintió en aquel 1967 trágico; también hace un año me encerré en el baño a estar sola, a llorar, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir. No quiero hacer un desglose de mis recuerdos o las experiencias, tal vez porque de las últimas tengo nada sin embargo muchas palabras que figuraron en la acción más esplendida en los que tienen alma, no es mi intención; solamente escribo para decir que a un año, sigue igual como antes, que existió y exisistirá, cada vez que me pedía una sonrisa y el mejor consejo que jamás alguien podrá dejarme: "Quien tiene miedo a que lo hieran, no tiene derecho a amar". 

Y perdón a Julio, pero le tomo aquel poema sobre el Che que le escribió a Roberto Fernández Retamar en aquella lastimosa carta que le dirigía por el duelo.

Yo tuve un hermano. No nos vimos nunca
Pero no importaba. Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

Las buenas chicas no leen novelas.



En el tratado médico donde se patenta la ninfomanía, los músculos pélvicos no vibran únicamente al ser tocados con las manos - propias o ajenas -, sino también por el contacto con las quimeras literarias. La bestia negra de la novela emerge siempre para recordarnos que la lectura puede tener efectos devastadores sobre las fibras blandas, fluidas y delicadas de las mujeres, debido a las impresiones tan vívidas y fuertes que produce. Impresiones que no tienen nada que envidiar a los trastornos provocados por la carne salada o la masturbación, pues la lectura de novelas suscita en el cuerpo femenino un estado de excitación genital tan vicioso o patológico como el causado por estímulos mecánicos más tangibles.


Se trata de una convicción que duró largo tiempo. Tanto que, a finales del siglo XIX, mientras el Annuario scientifico ed industriale alertaba contra las perversiones vinculadas al uso de las máquinas de coser, ciertos manuales de educación doméstica femenina titulados, por ejemplo, Qué debe saber una joven, seguían expresando un horror inalterado ante lo pernicioso que resultaba leer novelas y subrayaban que las chicas no se daban cuenta de nada, que la lectura les producía una emoción mental agradable, pero no eran conscientes de sus efectos físicos letales. Es decir, que las impresiones suscitadas por el libro provocaban "una excitación anormal de sus órganos sexuales". Y dicha excitación, oculta y repetida, provocaba el desarrollo prematuro del sistema reproductor femenino. Así pues, tras devorar libros y más libros "las niñas se convierten en mujeres meses o incluso años antes de lo debido".



Fragmento del libro del mismo título de Francesca Serra; lo encontré en un blog hace algunos meses e instantáneamente entró en mi lista de pendientes, Es un rápido repaso de la historia en la relación mujeres-lectura, ya que si algo ha sido llave para muchas jaulas es la literatura -aunque ya llegamos tarde a esa fiesta, todavía nos tocó baile-. Curioso como lo pensamos inverosímil, pero después de un buen libro, puede ser que ya no seamos las mismas; se van comiendo nuestra inocencia, y lo digo disimulando la risa y al mismo tiempo recordando algunos títulos... ¡Já!

conjeturas de horas sin reloj.

Supongamos que hay otro tú y otra yo, diferentes, pero somos los mismos. Supongamos que nos encontramos de nuevo, otra primera vez (aunque esos hipotéticos nosotros no tienen idea de que ya hubo una vez) entre una multitud, nos identificamos (sin saber que nos reconocemos). Supongamos que la magia existe y que no hay física, ni química y que nosotros vamos mucho más lejos... por allá de la metafísica. Supongamos que el amor no se llama amor y que el miedo no tiene nombre y por lo mismo, no nos toca ni nos quema. Supongamos que yo no sé decir que no y que tú eres más de aquí. Supongamos que estar lejos son distancias y no olvidarnos aunque estemos lado a lado. Hagamos de cuenta que somos mundos que convergen y que tus fantasmas bailan plácidamente y con buen ritmo con mis demonios. Supongamos que soy yo la que te abraza sin que pidas que lo haga y eres tú quien me envuelve en palabras. Supongamos, por una vez, que no estamos hechos el uno contra el otro, y que siempre, siempre nos quedamos.

Para Julio, con esa palabra...

De mi mala escritura
a tu hermosa literatura.
¿Qué sería de lo que somos
si no hubiésemos 
leído lo que leímos?
De mí
sin lo poco que tengo
de ti.
Este mundo sin tu mundo
que ensanchó el mío 
y tantos más.
Qué maravillosa vulgaridad 
creerte tan mío;
garboso creador 
de infinitas fantasías.
Algo hay seguro: vos seguís viviendo.
Aún después de irte,
con tu porteña soledad
y tu acento involuntariamente especial.
Y no sé si estarás en un 
paraíso inquietante 
cazando crepúsculos o habrás dado 
Con las babas del diablo
en algún círculo del infierno 
más parecido a sótano de manicomio,
pero muy aquí, tenés más 
de un lugar especial
cuando con tu nombre 
uno se llena la boca 
de flores y de peces.
Gracias por el amor... esa palabra.
Y enseñarme que a mí
ni a nadie 
No-se-le-elige.
Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz
te deseamos Cronopio,
Cumpleaños feliz.

El fuego de cada día.

Pero para qué tanta infelicidad, pues. Le he dado tantas vueltas a esto, a lo mismo... como a las muecas en el rostro, como a la píldora que me doro cada mañana. Inicio de rutina: levantarse, asearse, hacerse, serse. Cada día, cada mañana, desde la inconsciencia matutina cargada de sensibilidad acumulada en el sueño. ¿Cuál sueño? Diré bien a las fabricaciones mentales que me dejó largas velas de insomnio. El insomnio: padecimiento diario que suele gozarse. Polillas. Luces encendidas. Lecturas simples cargadas de sentimentalismo vil. Películas mudas a propósito de no romper la calma que circunda. Albas tímidas que se cuelan entre cortinas crespas. Levantarse. Hacerse. Serse. Las decisiones se toman mejor después del primer sorbo al café. Salir al fuego con el riesgo de quemarse. La quemadura, el dolor de ella: señal de que existes. La vida se ve fácil, sobre todo cuando es ajena; no ha de ser tan difícil. Quemarse no ha de ser tan fácil. Jugar con fuego no es tan difícil, todos los días lo hacemos. Lo creas o no, lo quieras o que más da, yo lo hago. A diario quemo ilusiones, recuerdos, lo que aprendí en la escuela, notas sabiondas que inconscientemente guardaba y relucían para impresión de ciertos y extraños, una canción pegajosa del 96... ¿y realmente valdrá la pena quemarse? ¿No será uno un reverendo estúpido por quemarse? Lo que realmente es estúpido es maldecir algo inanimado como el fuego. Qué sabe el fuego de nuestra mano sobre él. ¿Cómo se juega con fuego y se sale ileso? Aunque salir siempre indemne me parece un tanto aburrido. Por eso no quiero siempre levantarme para pisar únicamente caminos seguros. No quiero fuegos que no quemen, juegos que no diviertan. Tampoco quiero una libertad que me calcine. Busco algo que valga la pena de arderse. Miento, no busco. Aunque estoy consciente que sólo el agua cae del cielo... y no en el desierto en el que vivo. Respiro. ¿Qué será sentirse libre? Tal vez elegir las llamas que lo han de envolver a uno. 

Lista de los posibles imposibles.

Quisiera leer más. Escribir más. Hablar más de lo que siento y no tanto de lo que pienso.
 Que en las mañanas, el primer contacto con la realidad no sea ese nombre que me revuelve las entrañas. Quisiera saber más. Beber más. Disfrutar más. Dormir más. Soñar más. 
Hablar de distancias y pasados sin resquemor y de futuros sin vértigo.
 Quisiera bailar más. Sin pena. Sin música. Sin tristeza.

Nota mental: para que no se me olvide.

Pensar nunca está de más.
Razonar nunca viene mal.
Ojalá dormirme y que mejor todo figure como una pesadilla que bien podríamos venderla como comedia. Nos conformamos con ser los bufones del mundo. Pero no. "Demasiado dolor para que te lo oculte / demasiado suplicio para que se me borre", le dice aquel hombre tras las rejas a su hijo en los versos de Benedetti. Duele más el olvido que mil balas. Y tal vez dirás que no sabré de lo que hablo pero ¡ah cómo escuece que prefieran cerrar los ojos ante la verdad! ¿Y cómo le haces? No puedes deslindarte de esta realidad que nos aprieta el pescuezo; no hay más que patalear y hacerle frente. Ya no sé si es preferible que ignoren con gusto o la más ignorante soy yo que no comprendo que el diablo es mejor viejo por conocido que nuevo por conocer. Que la esperanza es algo más que esa puta sobrevalorada con vestido verde. Que conviene más atrasar el reloj al siglo pasado porque igual ahorita estamos chingados. No entiendo conformarme, correr tras el aire que ya fue y por qué no hay más quien vea que agua vieja ya no mueve molino... o no debería. Nos dejan heridos de muerte y preferimos tirarnos a llorar sin detener la hemorragia. 

Yo no elijo falsos presentes que no son más que lo que sobró de ayer disfrazado de mañanas. Yo quiero seguir hacia adelante. Elijo recordar, pero sin intentar reanimar el cadáver del pasado. Ya no busco que alguien me entienda a mí, ahora sólo busco comprender y que el futuro no se nos caiga encima y nos aplaste de pronto. Ahora sólo busco fe que reavive las ganas de creer que todo, todo puede llegar a ser mejor... y que lo será.


Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que -felizmente- la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal.*
*Fragmento de "El Túnel". Ernesto Sabato.            

A quien(es) estuvo, está y estará:

A veces, me gusta esto de ser yo. ¿Has notado cómo cada que cumplimos la vuelta al sol todo se trata de magnificar el ego? E increíblemente nada depende de ti. Sin darte por enterado, te has entregado enteramente a los demás y no porque dejes de tener posesión de tu persona y estima, sino que te vuelves tan vulnerable, que dos piernas, dos brazos y una cabeza no son suficientes para mantenerte erguido. Repito: nada de esto se vuelve adrede y ni poniendo todas tus conexiones cerebrales al pendiente y tratar de que no se te escape nada para tenderse a la debilidad puedes evitarlo. Parece hasta inverosímil la dependencia de uno con el mundo. Cuando a uno le preguntan qué es la felicidad, suele responder que son momentos, sobre todo cuando no lo es. Regularmente cuando lo somos estamos tan plenamente ocupados en ello que ni nos damos cuenta; así como sin darte cuenta abres el corazón, el cual tú pensabas el lugar más tenebroso y frío y resulta que hay quienes pasan aireándolo, abriendo ventanas, estampando puertas para que parezca vivo y se sienta habitado, pasan y no sólo pasar por pasar, sino deciden quedarse; a causa de eso, te he dicho antes, suelo parecer encajar en la definición que comúnmente se entiende por felicidad. Esta vez no renegaré de nada, esta guerra la perdí. Tan endeble que me dejo envolver por esa magia que suele ser habituarse al cariño, y justo aquí está la parte difícil, porque, como advertí al principio, todo es cuestión de decisiones ajenas; tú no decides por cuanto tiempo dura la luz encendida. Así es esto, sobre todo las luces débiles o las que de la nada, sin brisa y ni viento se apagan, son las que te hacen magnificar el ego. Todo esto te hace crecer, madurar -aún corriendo el riesgo de pudrirse-, todo esto te hace ser humano. Hay momentos en los cuales recoges tanto, que es posible (y permisible) que se te caiga un poco. Los brazos no alcanzan para mucho. En lo que tú buscas mantener un equilibrio, éste se destantea y aquí te pones a hacer cuentas: de lo perdido y lo encontrado, hay que elegir lo que permanece. Entonces es cuando me abrazo a los esfuerzos de quienes quieren verme sonreír, porque eso resta soledad y con suerte repara las ilusiones rotas menos inquietas que se dejen soldar.  Solo me queda agradecer a los que han querido ser, serme y hacerme especial.  A decir verdad, sí me gusta esto de ser yo, y haciendo la verdad aún más honesta, me gustaría más si te gustara también.

Gracias por la magia.

Deseos para un año nuevo.



Un caleidoscopio que hipnotice (basta con un par de ojos que miren bonito)
mañanas de sueños
mi infancia
un día sin reloj
magia que haga efecto
tres sonrisas: para la mañana, la tarde y la noche
amores sin edad para los que quiero
que mi pasión no sólo pase como locura temporal
respirar sin temores
una soledad concurrida
noches sin duermevelas
un beso aunque sepa a nostalgia
algo posible entre todo lo que abrasa lo imposible
cartas con respuesta
bailes sin canción
flores para no estar mal
horas andando hacia ninguna parte
un beso sin memoria
un 28 de septiembre cualquier día del año
el capítulo 7
risas sin caducidad
la paz del olvido
todo lo que no he leído
el amor con amor
...y nunca más estar triste.

Anoche.




Soñé que tenía valor y me atrevía a lanzarme a lo desconocido, en declive el viento me llevaba tranquilo enredándose entre mis dedos, acariciándome la cara y volviendo mi cabello de alondras. Que lo desconocido era un mar hondo, hondo de costas lejanas y yo sin saber nadar. Entre duermevelas se repetía el mismo mar y era de letras; palabras inconclusas, garabatos ilegibles que iban y venían en corriente uniforme. Soñaba y no conseguía flotar. Entre espasmos respiraba y me hundía más y más, pues mis manos siempre manos, nunca aletas, ni de las olas me podía fiar. Soñé que no volvía, o la verdad, no sabía como regresar.

19° llueve tranquilo, llueve parejo.




Pensándolo bien, me he pasado la
vida saltando charcos, que más
bien eran canales, que rectificando
eran ríos y a lo mejor mares,
sin antes detenerme a pensar
qué tan anchos son.

... con lo cortitas que llevo las piernas.



Fueron uno o dos minutos.

Aquí la mítica escena: estábamos los dos, con los ojos puestos en la mirada uno del otro, el mundo parecía ser más... pequeño; las aceras se encogieron, el cielo se bajó a nuestros pies y no sé cómo pero increíblemente la tierra se tragó todos los edificios / y todos los arboles / y todos los automóviles y nosotros sin inmutarnos. El tiempo arrastrándose en tiempo caracol, detenido caprichosamente; tu caos coqueteando con mi lío. Ojalá me hubiese tragado el sol en su puesta. Malaya la tierra hubiera decidido engullirte también con el resto. Esto me pasa por ir despistada a los tropezones con las casualidades, me reprochaba la suerte. En mi mente mil voces gritando mil palabras que todas desconocía, afuera el silencio como roca amurallándonos. La memoria me falló, la consciencia se rindió... tanto que me gustan las palabras y no supe que decir. Mis brazos como fideos que ya no sabían abrazar. ¿Dónde estaba mi memoria? ¿Adónde dejé el tacto? La sonrisa congelada vacilante entre la sorpresa y el gusto... ¡cuál gusto! Ya no sé si estaban siendo segundos, quizá años, años que después de aquella eternidad cada quien se iría y conocería a sus bisnietos con canas y entonces, si me quedaba quieta, el único recuerdo que podía pescar era una cita leída donde nos veía tal cual: «No se dijeron nada porque ya se habían besado todo*».




*frase de Marina Kahlo.
Justamente creo que no te me olvidas porque te quise demasiado.
Demasiado nunca es bueno.
Bueno hubiese sido quererte, no más de lo que me quería.

Tal vez, no te quiero más que ella ni cualquier otra en lista de espera,
pero 
que te escribo mejor.
Yo quería salvarte de la seriedad
del orden predeterminado
de lo dado por hecho.
Yo quería salvarte de la línea recta
haciéndote andar en circulos.
Salvarte del tiempo de los relojes
y todos los pasados mañanas.
Quería salvarte de tu yo más fiero
para que vinieras a perderte
conmigo.

Actualización de noticias.

Si a mí se me ocurren faldas, al día se le antoja hacer más viento que nunca. Hace rato que no me siento a escribir a buscar el punto de inflexión para entenderme.¿Sabes? tengo problemas de aceptación. Que quisiera y no quisiera son dos cosas muy diferentes; que en esta vida, linda vida de altibajos nunca ocurre lo que yo quiero que ocurra. Tan bonita y tan cabrona la vida. Últimamente lo único que he abierto son algunas novelas y cervezas. Últimamente ni los ojos quisiera abrir. Últimamente estoy más lejos de todo, los pasos se me hacen kilómetros. Me encontré con muchas personas que me saben sonreír, ¿sabes? He sonreído también. A veces creo que soy susceptible a encajar en la definición común de felicidad, pero soy experta en fracasar. La cruda estuvo durísima hace algunos días, me sostenía la cabeza con las manos para que no se me cayera de pronto; no sé si eran las cervezas o las ideas. Un martes tuvieron que pasar tres tazas hasta el tope de café para darme cuenta que desde la anterior última vez ya no se me puede romper el corazón, lo bueno de los corazones rotos es que solo pueden romperse una vez (ni sé a quien se lo escuché pero me la apropio mientras tanto). Todavía tengo el alma helada desde que descubrí que abraza a alguien más; no quisiera abrir los ojos. Sigo yendo a donde mismo, hago lo mismo con las mismas personas. Siempre llego como buscando a alguien, pero no lo encuentro. Quisiera encontrármelo, decir adiós como se debe: convencional. Adiós, te habría querido para siempre. Espero que ésta si haya sido la última vez, si hubiera una próxima última ocasión, presiento que ahora si exploto y le pido que se quede. Qué espectáculo. Putas ganas de seguir el show... pero siempre amanece. La luz sol nos libra de seguir pensando y haciendo estupideces. A mí no me libra de nada, mis fantasmas son esos desfachatados que te bailan alrededor sin importar que los queme la luz del día. No todo es tan malo. Regresó mi hermana de sus vacaciones y escuché la anécdota sobre avistamientos de ballenas en el mar de Cortés. ¿Sabias que si quieres nadar con ellas no se puede porque se asustan? de tanto susto coletean y te ahogan. No es su intención, sólo es el miedo. ¿Ves? el miedo lo echa a perder todo. Hoy por la mañana mi madre me dijo que ya soy mayor. Me sentí fuerte, no sé por qué. Siempre supuse que la gente mayor deja de darle importancia a los pequeños detalles y puede olvidar mejor. Ya soy mayor, tal vez ya puedo enseñarte lo del amor sin amor. Tal vez... bueno. Te digo, no todo es tan malo, encontré una edición de unos cuentos de Kafka sobre mi escritorio; supongo que ha de ser del mismo que me deja las mariposas para alegrarme el día, sí el que usa cajas de clips como pequeños ataudes para los cadáveres con alitas. No sé, me iré con sonrisa puesta a casa. El tiempo se acaba pero el reloj no avanza. Hora de apagar todo, nos vemos mañana. Ojalá.

De lo fatal a lo inmortal.

La hermosa fatalidad de fin de mundo que otorgan los sentimientos no correspondidos... los buenos sentimientos.
Tengo una vaga y rara inclinación por lo catastrófico, por todo lo que rompe, lo que es terminable. Me fascina el pensamiento de que todo, todo, todo, lleva en su esencia un poquito de fin de mundo. Aunque no me atrevo a tutearla, un raro apego a la muerte. Es lo único que le he aprendido a perder: abrazar la adorable y tristísima nostalgia por lo que fue y sobre todo por lo que no será, aún por encima lo que no será; ahí es donde se encuentra la inmortalidad. 

Pastel de cumpleaños.

Una velita por los días vividos
otra por los que no tuviste ganas de seguir adelante e igual te levantaste
bueno, dos por ello.
Una velita por las metas cumplidas
y las veces que la suerte te sonrió con facilidad.
Prende dos velitas por los buenos deseos
(tres por los no tan buenos que se te ocurren también)
otra que se consuma y esa va por las penas y desazones
una más por los sueños incansables a los que sé que no renunciarás.
Cuatro por las personas que no están
por las que te hacen falta
y las que dejaste atrás;
súmale una más por las que siempre te abrazarán.
Una velita por los recuerdos nuevos
y otra en honor a los recuerdos que ya no escuecen más.
Tres por todas esas fechas del año y experiencias
que todavía te hacen sonreír antes de ir a dormir.
Una velita por los amores imposibles
y otra por los posibles que sólo tú sabrás cuando es demasiado.
Una velita por el cariño que te han dado
otra de las que restan y todavía quisiera mil más
por la vida que te falta vivir
una por las experiencias que nos falta compartir
otra por el amor que te encontrará al fin
y una más por todos los días que te verán sonreír.
Una por cada una de esos dos tesoros que guardas en tu enorme corazón.
Cierra los ojos y sopla fuerte
que nunca se te acaben los suspiros
y la mirada dulce que compartes
e ilumina a donde vas.
Gracias por compartir conmigo tu camino
y llevarme siempre contigo.
Disfruta siempre este pastel
Que todos los días sean el primer día del resto de tu vida.
Aquí estaré, encantada de vivir contigo otro enero.
Te abrazo con el alma.