A quien(es) estuvo, está y estará:

A veces, me gusta esto de ser yo. ¿Has notado cómo cada que cumplimos la vuelta al sol todo se trata de magnificar el ego? E increíblemente nada depende de ti. Sin darte por enterado, te has entregado enteramente a los demás y no porque dejes de tener posesión de tu persona y estima, sino que te vuelves tan vulnerable, que dos piernas, dos brazos y una cabeza no son suficientes para mantenerte erguido. Repito: nada de esto se vuelve adrede y ni poniendo todas tus conexiones cerebrales al pendiente y tratar de que no se te escape nada para tenderse a la debilidad puedes evitarlo. Parece hasta inverosímil la dependencia de uno con el mundo. Cuando a uno le preguntan qué es la felicidad, suele responder que son momentos, sobre todo cuando no lo es. Regularmente cuando lo somos estamos tan plenamente ocupados en ello que ni nos damos cuenta; así como sin darte cuenta abres el corazón, el cual tú pensabas el lugar más tenebroso y frío y resulta que hay quienes pasan aireándolo, abriendo ventanas, estampando puertas para que parezca vivo y se sienta habitado, pasan y no sólo pasar por pasar, sino deciden quedarse; a causa de eso, te he dicho antes, suelo parecer encajar en la definición que comúnmente se entiende por felicidad. Esta vez no renegaré de nada, esta guerra la perdí. Tan endeble que me dejo envolver por esa magia que suele ser habituarse al cariño, y justo aquí está la parte difícil, porque, como advertí al principio, todo es cuestión de decisiones ajenas; tú no decides por cuanto tiempo dura la luz encendida. Así es esto, sobre todo las luces débiles o las que de la nada, sin brisa y ni viento se apagan, son las que te hacen magnificar el ego. Todo esto te hace crecer, madurar -aún corriendo el riesgo de pudrirse-, todo esto te hace ser humano. Hay momentos en los cuales recoges tanto, que es posible (y permisible) que se te caiga un poco. Los brazos no alcanzan para mucho. En lo que tú buscas mantener un equilibrio, éste se destantea y aquí te pones a hacer cuentas: de lo perdido y lo encontrado, hay que elegir lo que permanece. Entonces es cuando me abrazo a los esfuerzos de quienes quieren verme sonreír, porque eso resta soledad y con suerte repara las ilusiones rotas menos inquietas que se dejen soldar.  Solo me queda agradecer a los que han querido ser, serme y hacerme especial.  A decir verdad, sí me gusta esto de ser yo, y haciendo la verdad aún más honesta, me gustaría más si te gustara también.

Gracias por la magia.

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