Anoche.




Soñé que tenía valor y me atrevía a lanzarme a lo desconocido, en declive el viento me llevaba tranquilo enredándose entre mis dedos, acariciándome la cara y volviendo mi cabello de alondras. Que lo desconocido era un mar hondo, hondo de costas lejanas y yo sin saber nadar. Entre duermevelas se repetía el mismo mar y era de letras; palabras inconclusas, garabatos ilegibles que iban y venían en corriente uniforme. Soñaba y no conseguía flotar. Entre espasmos respiraba y me hundía más y más, pues mis manos siempre manos, nunca aletas, ni de las olas me podía fiar. Soñé que no volvía, o la verdad, no sabía como regresar.

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