Seguro hacía frío...

y estábamos ahí, compartiendo el mismo oxígeno, dándonos a beber la boca del otro. Dos corazones latiendo tan cerca pero tan ajenos uno del otro. Era un caso de inercia: movimientos rítmicos, tan programados como si los hubiésemos ensayado antes, tan vacíos, tan sin nada; sin embargo al acto le llamábamos vida, le decíamos vivir. Todo era evasivas y negativas. Jugábamos a no querer lo que estábamos deseando. ¿A dónde íbamos? adonde nuestras manos nos guiaran, el límite lo ponían nuestras ganas. Y las ganas... qué ganas. Seguro sería ilícito tenerse tantas sin siquiera quererse. Seguro si nos hubiésemos querido ese sería nuestro límite. Era un momento sin verdades ni mentiras; lo único que teníamos eran realidades y nunca uno perteneció a la realidad del otro, nunca fuimos nosotros y jamás nos sentimos inconformes con ello; Era un acuerdo sin pactarse, aceptábamos el hecho de pertenecer a la nada, al vacío, al punto ciego. Nunca nos buscamos, nunca nos encontramos. No eramos casualidad, no fuimos causalidad. Ni siquiera fuimos el momento, aquel momento fue nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario