A quien corresponda, correspóndeme.

He decidido ponerme un alto. Stop. Hasta aquí, ya no más.

He acordado callarme cartas futuras, ahorrarme la tinta. La verdad que todo es por dudas, se me juntaron los no sé si me lee / no sé si me piensa / no sé si me quiere. A lo último le pongo un no rotundo y a los demás todavía me concedo el beneficio de ponerlos en tela de juicio. Me engaño y me lo creo, me lo digo de tal manera que suena de forma genial y es ideal.

El egoísmo a tomado la tiza, empezó a dibujar círculos y me he quedado atrapada en medio; no logro salir. Sucede que no puedo seguir escribiéndole si no me escribe. No quiero. Ya sé que dije que sería como escribirle al espejo, ya sé que comencé estando segura que no habría respuesta alguna para mí, pero sucede que no puedo con tanto. No puedo animarme si no se anima, si no me anima.

De repente se me olvida que me lee y pienso que así es mejor. De la nada se me ocurre usted leyendo, viendo más de lo que mira, sujetándose la barba, solo, con mis letras de frente y me abruma, me da pánico que como me lee, me olvida. Me confunde y eso me hace arder.

No lo tengo, usted no es mío; la única manera de tenerlo es en recuerdo, encerrando lo vivido en pequeñas cápsulas de tiempo; lo fugaz e inolvidable. Permítame guardarlo también por escrito; por lo menos en letras describiendo sus horas muertas o, hágame saber si mis palabras lo incomodan. Dígame qué siente al leerme, al saber que le escribo. Si al leer cierta novela me hago presente o si no me recuerda en lo absoluto hasta que me tiene de frente.

Nunca hay suficiente, pero con dos palabras puede bastar. Escríbame que eso me hace volar. Escríbame, que me tiene.  Escríbame, escribir es como besar.

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