Prefacio.

Cuando se comienza a relatar algo, se tiene que empezar por deshacerse de uno mismo y volverse lo que está contando. En esta ocasión, nos volveremos el día a día, evitando y esquivando a toda costa a la timidez, al miedo morboso a la exposición pública.

Si bien uno escribe para desmenuzar ovillos y romper con telarañas internas, también escribe para ser leído y no sólo para comunicar al yo interno con el externo (o a la cantidad determinada o indefinida de yos que tenga dentro), si no, quizá para entablar una conexión con otros yo sumergidos en otras personas que posiblemente no necesiten saber, pero que quieran conocer.

Esto será como sostener un espejo y escribirle al mismo, como lo hacía la Maga. Y escribirte porque no sabes leer; porque igual, si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Pero da lo mismo, será como escribirle al espejo, donde seguro no estás vos.

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