a tu fantasma:



Sí que la música traiciona a veces. Por eso, me decido a tararearte todo lo que se te extraña...
Tú y yo sabemos que no tengo el valor de hacerme frente: a mis yos y a ese cabrón del miedo. Hasta Silvio lo sabe que me retó a tomar papel y pluma y escribir esto mientras canta tu fantasma; sí, el tuyo. No exagero si te cuento que le hablo a tu fantasma... y le cuento y lo aburro contándole todas mis vanalidades cotidianas; mis días con sueño, mis noches en vela, felicitándolo en las mañanas por sus no cumpleaños, de aquel viernes que lloré con público, del boleto al concierto, de mis tristezas que sonríen frente a la gente, de lo mal que me hace el frío, del regalo que no me atreví a entregar, de la confesión de teamos que escuecen y que embromarme sigue siendo un deporte universal; un sin fin de cosas desde el siglo en que partiste hasta el largo día de hoy -porque todos los días tienen horas hasta el infinito desde que te has ido-. Tengo tanto que contarte de mi nada... tanto que me desanima el hecho de que quizás no quieres saberlo. Entonces así van pasando los días; dejo que se vayan amontonando, otros escapando por las puertas, ventanas, que me tumben las paredes, que se vayan replegando abajo de la cama, del escritorio, hasta que he volteado para atrás y lo único que veo es una horrible nube gris que no sé si llamarlo pasado o simplemente no llamarlo, ni he contado los días porque me asusta que sean muchos y me da vértigo saber que son pocos y que los siento como décadas.

Hoy te entendí y todos los días te entiendo de una manera diferente. Hoy también quise que fuera diferente, ahora volví a desear que existieran los hubieras, hoy, por supuesto, también anhelé ser distinta. Pueden ser casualidades u otras rarezas que pasan, pero donde quiera que ando, todo me conduce a ti, ¿ridículo, no? y sabes que cuando digo todo, es todo -con mayúsculas chillonas-: La totalidad aparente de mi insulsa cotidianidad; el día a día, el reloj, el café de la mañana, las galletas sobre el escritorio, Julio, mi madre, el camino a casa, el camino a donde vaya. Quisiera decir que hice lo que pude pero eso no es de presumir, lo que hago nunca es todo lo que se puede; lo que hice para intentarlo siempre será muy poco, aunque el instinto de conservación me dijera stop, ya no más.

Ya no sé si lo que digo realmente nos hace falta... quisiera creer que sí, quisiera pensar que puedo hacer falta, pero siento lo contrario. Creo que mi ausencia es esa buena chica que no lastima, que ni siquiera se hace notar, tan diferente a la tuya. Pero cuando puedas vuelve, porque asecha tu fantasma, jugando a las escondidas y yo estoy muy vieja ya el alma me pesa mucho.

...y los días siguen sin ser inteligentes y yo sin poder ir más allá.
 

P.D.: ¡Los peores ni te cuento, porque no vas a creer!

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